Galardonada por la crítica estadounidense, y con dos Globos de Oro en su haber, llegó a los Oscar de este 2008, con ocho nominaciones, consiguiendo finalmente cuatro estatuillas. A la mejor película, al mejor director, al mejor guión adaptado, y al mejor actor de reparto.
En esta adaptación para el cine de la novela de Cormac McCarthy, los hermanos Cohen nos conducen por el abrasador desierto tejano y la frontera con México. Y nos cuentan a ritmo lento, con escasos diálogos, y sin banda sonora, una brutal historia, tan árida como los escenarios en los que se desarrolla.
A estas alturas, cuando todo aficionado al cine habrá visto la película, no es necesario incidir en el argumento, que cumple con los cánones de otros films de los Cohen. Un número limitado de personajes, moviéndose en una tierra de nadie, y que bastan para mostrar ese lado rural y oscuro de la sociedad norteamericana.
El cazador, el asesino, y el sheriff desencantado, entrecruzan sus historias, hasta que esta conforma tan sólo una. Cruda, opresiva y deprimente, pero cargada de esa ironía tan peculiar de los hermanos Cohen.
La historia puede resultar típica, pero engancha igualmente. Los tres personajes, y lo que representan dentro del argumento, hacen que tenga su propia entidad.
Muy conseguida la interpretación de Josh Brolin, aceptando el destino de su personaje del cazador convertido en presa, y transmitiendo ese fatalismo tan peculiar en los norteamericanos.
También muy correcto en su papel, Lee Jones.
Y sin entrar en discusión de si el Oscar concedido a Bardem, es más o menos merecido, y teniendo en cuenta que no he visto todavía las interpretaciones de los otros candidatos a la misma categoría, emito lo que fue mi opinión cuando vi la película, a unos días de la entrega.
Si hay un dicho válido para cine y teatro, que dice: "Es más difícil hacer reír que hacer llorar"… Según mi punto de vista, es más fácil sobreactuar que ser comedido cuando se interpreta. Y lo que valoré en la de Bardem, fue ese comedimiento. Crear inquietud, con tan sólo la presencia, sin expresiones ni ademanes que demuestren lo malo que eres, tiene un mérito que no todos logran.
Recuerdo que cuando vi "El cabo del miedo", remake de "El cabo del terror", en la que Robert de Niro, obsequiaba a los espectadores con todo un repertorio de muecas y gestos desmadrados, recordándonos en cada aparición que el era el "malísimo de la película", no pude dejar de comparar su interpretación con la de Robert Mitchum, en la película original. Mitchum, sin esos recurrentes, (como Barden en esta película), inquietaba, estabas pendiente de donde dirigía su mirada, y un solo movimiento de su cuerpo, te insinuaba que algo podía suceder, y que no sería nada bueno.
¿Qué detrás de ellos hubo unos directores que supieron contenerlos, y les sacaron un buen partido? Posiblemente. Pero el resultado en los dos casos, fue magnífico.
Como ya he dicho, no puedo comparar la actuación de Bardem con la de sus oponentes, pero tal y como vi su interpretación, no pienso que haya sido un Oscar inmerecido.
Y haciendo un inciso relativo a Bardem.
Lo he visto en muy pocas interpretaciones (veo poco cine español, lo confieso), pero hará un par de meses, en uno de los canales digitales, estaban echando "Los fantasmas de Goya" (2006), de Milos Forman, y la estuve viendo… Me gustan los temas históricos, y trataba sobre el final de la Inquisición y la invasión francesa. Por ese lado me satisfizo (aunque la película deja mucho que desear), pero la interpretación de Bardem me horrorizó. En el film, interpreta a un mismo personaje, pero en dos facetas diferentes (un clerigo de la Inquisición, y un afrancesado). En ninguna de ellas pude encontrarle nada bueno; tampoco en ningún momento pude creerme a su personaje. Y su voz… Más que su voz, la forma tan atona de decir sus diálogos. Con esa experiencia, no esperaba mucho de su interpretación en la película que ahora me ocupa, y la sorpresa fue agradable.
Volviendo a ella: Sin ser lo mejor que nos han dado los Cohen en su filmografía, tiene un peso adecuado dentro de ella, y talvez aún lo tenga más marcado dentro de un tiempo.
Quien la haya visto con la idea de poderla catalogar como "obra maestra" (y aquí repito lo que ya dije en la reseña de "Sweeney Todd"), por supuesto que habrá salido decepcionado. Quien haya ido a ver una buena película, habrá quedado satisfecho.
Y es que no se el por qué, pero ya no se va a ver una película sin una idea predeterminada, y parece que lo que se busca es el "mejor todavía". Si es de los Cohen (como es en este caso), tiene que ser "obra maestra", o nada, y… recordemos, buenos directores que han hecho buenas, buenísimas películas, hay muchos, pero obras maestras, muy pocas. Y a veces, el reconocimiento de "obra maestra", le llega a una película con los años, no cuando se estrena.
Esta pequeña aclaración sobre lo que opino de esto, va a tenor con comentarios que he ido leyendo sobre esta u otras películas últimamente. Se están despreciando filmes muy dignos, porque se esperaba de ellos que, obligatoriamente fueran "obras maestras". Pero sólo son buenas películas.
Swanson
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