Julian Schnabel es sobradamente conocido, al menos en nuestro país, por dirigir la película Antes que anochezca gracias a la cual Javier Bardem obtuvo una merecida nominación al Oscar como mejor actor dando vida al poeta cubano Reinaldo Arenas.
En La escafandra y la mariposa Schnabel vuelve a optar por plasmar en imágenes una biografía, en este caso el personaje escogido es Jean-Dominique Bauby reputado redactor de la revista Elle que en 1985 sufrió un fatídico accidente vascular que le mantuvo en coma durante 20 días y que le provocó un locked in syndrome. Dicho síndrome (también conocido como síndrome del cautiverio) se caracteriza por un estado de parálisis de los cuatro miembros con preservación de la conciencia en el que el paciente sólo se puede comunicar con movimientos oculares y parpadeo.
Es entonces cuando Jean-Dominique debe asumir su "nuevo" cuerpo (la escafandra) y evadirse de él a través de su imaginación y sus recuerdos (la mariposa).
Con la ayuda de una logopeda el protagonista consigue, a través del deletreo de un alfabeto, comunicarse parpadeando con su ojo izquierdo y hasta se embarca en la increíble tarea de dictar sus memorias. A través de ellas y de diversos flashbacks vamos conociendo detalles de su "anterior" vida: la relación con sus hijos y su ex-mujer, los escarceos con su amante, las visitas a su padre (magnífica la escena en la que Bauby acude a su casa para afeitarle) o la crónica de cómo se produjo su infarto cerebral.
Uno de los aciertos más destacables del film es la utilización de la cámara subjetiva que nos permite observar los acontecimientos desde el punto de vista de Jean-Dominique (un magnífico Mathieu Almaric) lo que le confiere a la película un alto grado de verosimilitud, puesto que Schnabel (Globo de Oro y Palma de Oro en Cannes al mejor director) consigue adentrarnos en la "escafandra" del protagonista sin caer en sentimentalismos facilones ni morbosidades innecesarias.
El inicio de la película es un claro ejemplo de lo antes mencionado cuando asistimos al traumático despertar de Jean-Dominique. La cámara subjetiva nos permite ver (y obviamente escuchar) lo que el protagonista ve y oye. Todo ello acompañado de su voz en off a través de la cual somos testigos de sus reacciones. No negaré que los primeros minutos del film me resultaron, cuanto menos, desquiciantes debido a los encuadres distorsionados de la cámara, pero creo que ahí reside una de las mejores bazas de la cinta en cuestión porque Schnabel consigue, por unos instantes, que experimentemos lo que Jean-Dominique siente y que compartamos con él su particular "escafandra".
Por todo lo comentado hasta ahora podríamos pensar que nos hallamos ante una película más de personajes que se hallan postrados en una cama (por la razón que sea) y que sólo desean morir para acabar con su desgracia. Sin embargo, La escafandra y la mariposa destila vitalidad por los cuatro costados, porque Jean-Dominique se sobrepone a su "cautiverio" y sigue adelante espoleado por sus recuerdos y por su imaginación.
Se ha comparado la película de Schnabel con Johnny cogió su fusil (Dalton Trumbo, 1971) o con Mar adentro (Alejandro Amenábar, 2004) comparación que me resulta del todo inadecuada si tenemos en cuenta que Johnny, Ramón y Jean-Dominique terminan "inmovilizados" por distintas razones (la guerra, un accidente, una enfermedad) y que los tres reaccionan (también) de diferente manera a su nueva y terrible situación. Debo reconocer, además, que tengo el corazón dividido entre las cintas de Trumbo y Schnabel porque nunca entenderé el bombo que se le dio a la de Amenábar.
Opino que la película de Schnabel desprende aroma a vida, a esperanza y a superación, sin dejar de lado ciertos toques de humor que ayudan a relajar la tensión que puede llegar a provocarnos acompañar a Jean-Dominique: el enfermero que le apaga la televisión cuando está viendo un partido de futbol, la sorpresa de los operadores de telefonía cuando no obtienen respuesta de un inexpresivo Jean-Dominique, su surrealista viaje a Lourdes o sus pensamientos (algo libidinosos que me hicieron recordar, salvando las distancias, la novela de Philip Roth El Pecho) sobre su logopeda o sobre la transcriptora de su autobiografía.
Junto a Mathieu Almaric (al que ya vimos en Munich o Marie Antoinette) aparecen Emmanuelle Seigner (La vida en rosa o Frenético), Marie-Josée Croze (Las invasiones bárbaras, Munich o Ararat), Anne Cosigny o el excelente –como siempre- Max Von Sydow como padre del protagonista, entre otros. Resaltar el buen hacer de todos los actores y actrices que participan, porque debe resultar difícil "soportar" innumerables primeros planos en todas aquellas escenas en las que se hace uso de la cámara subjetiva.
Una estupenda película acompañada de las canciones de U2, Tom Waits o Nick Cave que nos permitirá constatar lo absurdas que son nuestras escafandras particulares y lo agradecidos que deberíamos estar por ser mariposas.
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