Mala época para un servidor. Después de tragarme ese bodrio de proporciones cósmicas llamado ‘La Brújula Dorada’, tenía que resarcirme de algún modo, reconciliarme con el séptimo arte. Así que tiré de un clásico, de una de esas viejas películas que tanto me gustan. Que Samuel Fuller fuera su director era un aliciente más, después de la cantidad de veces que este realizador me lo había hecho pasar tan bien disfrutando de una película. Si a eso añadimos que su protagonista principal es Richard Widmark, pues podemos contar con un mínimo de alicientes para que la experiencia fuera algo más que agradable.
Pues no. Poco mejoraron las cosas con el visionado ‘El Diablo de las Aguas Turbias’ (‘Hell and High Water’, 1954), film que se puede encuadrar en el género de cine bélico, en el de espionaje, en el del drama, y también en el del aburrimiento y en el de las historias sosas. En la película un capitán de submarino es el encargado de comandar un misión científica en Alaska, donde las cosas se complican cuando él y los dos científicos que lleva consigo descubren un plan para hacer estallar la Tercera Guerra Mundial.
‘El Diablo de las Aguas Turbias’ es una película muy típica de la época de la Guerra Fría, pareciendo por momentos muy propagandística, dando la sensación de que fue realizada única y exclusivamente para ser nada más que eso, sin arriesgarse siquiera a aspirar a ser al menos un digno producto de entretenimiento como lo eran otros films coetáneos del mismo estilo. Sorprende en alguien como Fuller, ejemplo de narración cinematográfica donde los haya, que acabara resultando casi soporífero, no aportando apenas nada de su característica forma de hacer cine, ni siquiera aprovechó en todo su esplendor el formato cinemascope, algo que Fuller utilizó más de una vez de forma bastante inteligente. Para colmo, el argumento no ayuda demasiado a animar la función. Apenas existe interés en lo que se nos narra, al moverse por caminos demasiado trillados de forma tan anodina y cansina, y sólo se ve algo de fuerza en alguna que otra escena de suspense con la que se intenta dar vida a la función sin llegar a conseguirlo.
El papel estelar del film es para el excelente Richard Widmark, quien ya había protagonizado para Fuller la maja ‘Manos Peligrosas’, un título con cierta importancia en el cine negro y que también poseía claras connotaciones hacia la Guerra Fría. Lo cierto es que este extraordinario actor, al que se le daban de miedo los personajes malvados, cumple mínimamente en esta película, lo cual no es suficiente. Probablemente su personaje sea el mejor de toda la película, el que más matices tiene, no resultando plano y vacío como casi todos los demás que no pasan de estereotipos poco desarrollados. La actriz polaca Bella Darvi pone la nota femenina al asunto, pero su rol no aporta demasiadas cosas más allá de la inevitable y predecible historia de amor, y no desarrolla como es debido la situación de mujer encerrada en un submarino con un montón de hombres. En roles secundarios nos podemos encontrar con Cameron Mitchell y Gene Evans, rostros habituales en el cine de Fuller, sobre todo el segundo. Sus apariciones no pasan de ser meramente anecdóticas, formando parte de una galería de personajes secundarios muy tópica.
Una enorme decepción, indigna de su realizador y su estrella principal. Ni siquiera vale para pasar el rato, algo sorprendente en la filmografía de Fuller, experto en entretenimientos de primer orden. Si por casualidad os interesa ver la película la tenéis editada en dvd por Sherlock, pero os diría que si queréis acercaros a la obra de Fuller eligierais cualquier otro título que esté editado, saldréis ganando.
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